viernes, abril 28, 2006

Rammstein


Como lo prometido es deuda y aquí la noche cae rápido con su frio polar, os relataré lo del bar previo al embarque.

Jodeeeer!. Vale que me gustan los barrios lumpen y los garitos cutres, pero éste se lleva el premio de todos los conocidos. Estoy en Punta Arenas.
Pasaba yo buscando donde reponerme del frio y la lluvia que me seguía por donde quiera que fuera, cuando veo una tabernilla con neones invitándome a reponer calorcillo, entro y... describo: Paredes de terciopelo rojo subido, veo a la camarera, rubia teñida con falda negra ARDF (léase A Ras De Figa), acuclillada llenando una especie de tubo de 1 metro de largo por 5 dedos de diámetro, con cerveza. En una mesa próxima, un trípode con grifo le estaba esperando. El resto de decoración se recrea con posters hevylianos, del techo cuelgan volantines chinos, caza sueños y payasos trapecistas junto a una lámpara con ventilador que no deja de dar vueltas. Una pantalla gigante da vida al antro con vídeos metal a toda caña. No es genial?.
Lleno de valor y frio le pido un té a la camata que, tras mirarme de arriba abajo dos veces y, como la barra le impedía ver el conjunto, se asoma tras ella para dar crédito a la petición, me suelta una sonrisa a bocajarro diciéndome "aquí no servimos té". Pensáis que eso me iba a intimidar???, nooooo, para un tipo que está a punto de cruzar el Cabo de Hornos eso no es ná. Así que, hinchando pecho y atiplando mi voz de baritono le pido una cerveza. Sonrisa irónica que empieza a mosquearme, mira de trás de ella y me dice "cual?". Tras ella se apilaban montones de botellas de marcas desconocidas para mi. Sin perder la compostura, le medio sonrío señalando con mi dedo índice sin mirar, al mejor estilo Humphrey, una jarra de 1/2 l. que se estaba engullendo el colega de al lao, más un cenicero, porque claro, qué clase de tipo se va a beber eso sin dar aliciente a sus labios?.
Pillo mesa, saco tabaco, me trae la cerveza, entorno los ojos dando una vista de pájaro a todo el local y, la clientela, digna de mención: somos cinco, un tipo mayor con coleta que duerme plácidamente en su silla, otro joven, con coletaza dando palique a la rubia teñida, y dos de mediana edad chupando del tubo y coreando todas las canciones hevylondas de la pantalla.
Como los ojos me empiezan a llorar por eso del entornado mantenido, decido sacar mi cuaderno de viaje y escribir, siento no haber traido mi pipa y el suéter de cuello largo, pero "creo que todos se han hecho una idea de con quién se la están jugando".
A la media jarra me siento como en casa, tentado de corear con la parroquia las canciones que no sé mientras muevo la birra regando el local con su espuma. Estoy en el culo del mundo, es lo que me digo, y qué culo!.

jueves, abril 27, 2006

El Embarque


Mi fantasía catastrófica era encontrar gente superpija, estirada y alta. Eso me atormentaba pensando que no iba a abrir la boca en todo el trayecto y más cuando llegásemos a aquello de "y tú a qué te dedicas?". Pues bien, se cumplieron todas, aunque con muy dignas escepciones.
Tras el paréntesis del bar cutre (que ya contaré), llego pelao de tiempo al embarcadero, ya había un grupo de personas esperando, mucho güiry, que era la otra fantasía. Subimos las escaleras al barco como en procesión de Semana Santa, yo no logro evitar un temblor por todo el cuerpo que me obliga a respirar profundo y lanzar una sonrisa interna diciéndome "pero chicoooo". Con todas, subo en mi estricto turno donde nos esperaba toada la tripulación haciendo un pasillo como en el juego ese que te dan de hostias sin compasión, pero esta vez todo eran sonrisas y palabras en inglés, claro. Y una vez más tengo que decir "en español" o "no hablo inglés", que son una de las constantes del viaje.
Una rubia azafata se ocupa de mi, mascullando algo ininteligible en tono de sorpresa que me da muy mala espina. Me hace sentir como si hubiera ganado un concurso de detergente donde el premio fuera el crucero, y es que la pinta no es para menos, sin mencionar lo de los ojos rojos por el trajín cervecero anterior.
El camarote una pasada, eso que no te lo puedes creer. Actúa como bálsamo curador de todos los males. Dos camas para mi, siempre con la ilusión de invitar a alguien a la de al lado, o a la propia, ya que estamos. Baño privado con mogollón de toallas, jaboncitos, champú....en fin, todas esas cosas que te hacen sentir como un chiquillo.
Sin tiempo a respirar, los altavoces lanzan una convocatoria al coctel de bienvenida. Bueno, ha llegado el momento de enfrentarse a la muchedumbre. Todos puestos, camareros disciplientes y yo, probando mesas desocupadas donde no llamar la atención. Tras probar 3 ó 4 infructuosamente, me decido por una a la entrada con solo dos butacas. Ya está!, es la ideal, me aposento, pido champán, porque aquí es champán, y me dispongo a saborearlo todo espatarrao y anchote, intentando ocupar todo el sillón sin conseguirlo. En estas, se acerca un marinero que deja un atril a mi lado. Comienzan los sofocos.
Sacándose unos papeles Dios sabe de dónde, nos da la gracias y tal y tal por viajar con ellos, y que va a entrar el Capitán y toda la tripulación para ser presentarla a los pasajeros. Sofocos en tonos rojos fuerte. Me voy haciendo pequeño en el gran sillón que cada vez es más grande.
Entra el Capitán, que al verme, comienza a mover el atril intentando situarlo de forma que pueda verme con más perspectiva. A lo anterior, se junta un sudor de esos que te cojen sin pañuelo y, muy disimuladamente, comienzas a pasar un dedo por el bigote primero, para seguir con los huesos del carpio uno por uno, y acabas con todo el antebrazo, la manga del jersey y la palma de la mano entera.Se dirije a mi con sonrisa de compromiso diciéndome que perdone, que no quiere darme la esplada. Yo, que en estos momentos se me ha olvidao mi idioma, atino a soltar una sonrisa con dientes rodeada de ese rojo burdeos no se si del rubor, del sudor o de los restregones de la manga. Atino a hacer un gesto con la mano, ya que las palabras no salen, a lo verónica, en una buena tarde de faena.
Pero no acaba ahí la cosa noooo.
De repente, entra el resto de la tripulación rodeándome por todas partes y, el Gran Capitán, que verdaderamente es muy grande, les va presentando uno a uno mientras el público aplaude con la tontería de sentirse privilegiao de la vida.
Ya no hay adjetivos que describan mi pequeñez, así que decido adoptar el personaje de Woody Allen en la película Zelling cuando se hace fotos al lado de los grandes mandatarios del mundo. Creo que la sonrisa me salió bordá.
Al acabar, el capitán se vuelve a dirigir a mi pidiéndome disculpas. Yo, que he recobrado el idioma pero no el significado de las palabaras, suelto un par de frases que todavía estoy intentando descigrar "qué cojones dije".
Esto es lo que pasa por querer pasar desapercibido, suerte que, con la excusa del grupo folclórico que salió a rodearme cuando ya me había desrodeado la tripulación, me largué a por la Minolta recobrando mi pequeña figura para dar a parar a una esquina, junto al ventanal.

jueves, abril 20, 2006

Rel-Acción


No doy crédito. La gente, esas cosas que nos movemos, o no, sin rumbo, que pasamos rozando sin compromiso, quitamos la mirada con vergüenza o la mantenemos con descaro. Intangibles en el deseo e inseparables en el hastío, de verbo fácil, o no, con nuestros miles de cualidades y defectos.
Y aún así, merece la pena, como pocas cosas en la vida. Cuando todavía apenas han pasado tres días, siguen llegando sorpresas muy agradables, y naciendo nuevas oportunidades de lo más inesperado.
Si tuviera que poner un nombre al viaje lo llamaría REL-ACCIÓN, pues es lo que está ocurriendo. Surgimos de los errores más grandes: que si pierdo un autobús, que si llueve y me meto aquí…, y allí está ese ser con ojos que te mira sin dar crédito, dando mucho más.
Así es.

martes, abril 18, 2006

Anchimalén, amiga del sol

Bahía de Manao. En la casita azul conviví

Contar cómo es la Bahía de Manao en Chiloé es como describir colores mezclados y el silencio.
El sol salía fuerte del agua, marea baja en la playa con sus barcas varadas y ladeadas en la tierra mojada. Franjas de algas de las de herboristería cara, el prado verde para sustentar las casitas de madera blanca, amarilla, roja y azul, la mía. Compartida con tres chilenos, José, Guillermo y José Miguel, amables, dispuestos, de comentario fácil.
Y la Nana, cuatro días con ella, con su avanzada edad y grandísima energía, pelo blanco largo, suéter rojo chillón con labios pintados a juego. Su verborrea imparable llena de experiencias vividas y sabiduría a compartir con los 18 alumnados.
Nos va conociendo a todos tras la primera propuesta del día. Presentación, confrontación y juego de roles hasta mañana, que será otro día.
La comida en Anchimalén es a base de mermeladas de membrillo y fresa hechas en casa, mariscos del lugar: almejas, erizos, centollos...,yogures locales , ensaladas gigantes, pizzas caseras, frutas de temporada y cordero asado, todo ello acompañado con pan integral y regado con vinos chilenos alrededor de dos mesas redondas gigantes donde el buen yantar no impedía el mejor conversar sobre la vida de cada cual. Se habló de política, de Allende, y el otro, de los años de la represión, historias vividas y contadas, pero parecía que el presente era lo importante y cómo encararlo. No olvidar, sin rencor, para que no vuelva a pasar y poder construir un futuro en paz.

Las jornadas comienzan con un hora de meditación activa en cinco fases: respiración nasal, grito y expresión, salto y mantra, quietud, y danza. Esto nos permite entrar en un estado de predisposición, recogimiento y apertura para lo que vamos a vivenciar a continuación.
Ya estaba allí la Nana, sobre sus cinco cojines grandes haciendo ganchillo rosa y dándonos la bienvenida. Prefacio con alguna historia que le ha surgido Dios sabe de dónde . Vuelta al ruedo con la mirada, para elegir persona o enfermedad. Mejor enfermedad, así vamos viendo cómo funciona la mente a través de los órganos.
Las lecciones son su método de trabajo basado en la experiencia. Nuestro carácter crea una forma de funcionar sin permitirnos aceptar lo que somos, lo que tenemos, y esa característica nacida la expresamos a través de una parte del cuerpo enfermándolo.
El trabajo consiste en entablar un diálogo entre la persona y la parte enfermada, aunque no siempre es a través del cuerpo, también se trabajan depresiones, polaridades, estados confusionales, etc. Sin que por ello varíe la metodología.
Desfilamos historias increíbles: parejas rotas de las formas más variopintas, asuntos inconclusos con la madre, cáncer, cabeza, úteros, suicidios....en fin, lo más increíble es como se va conformando la historia hasta que uno enferma. Omnipotencia ilimitada.
Son muchas las emociones surgidas, muchas las lágrimas vertidas y más el amor surgido ente todos.
La segunda noche vimos la película “What the bleep. Do we Know!?”. Muy recomendable. Comentada mientras tomábamos, si po.
Pero en la tercera velada se creó una fiesta improvisada. Colecta, furgoneta y al pueblo por ron y coca-cola de tres litros. Guitarra con cigarros y cigarrones, peticiones ¡una cumbia!, con voluntarios y transistor de acompañamiento. Emisora local con música de baile hasta la madrugá. Y nosotros ha cumplir bailando bachatas, cumbias, salsa y el innombrable regatón. Genial!. Qué voy a decir?.
Al día siguiente, había que ver los ojos de todos, pero allí estábamos dispuestos a danzar con los ojos abiertos, a entregarlo todo porque guardarlo es demasiado peso que llevar.
Comida de campaña con la Nana, todos sabemos que es el final de estar juntos y el principio de conocernos. Parece que, si nos damos prisa en recoger, todo quedará con la belleza de lo vivido. Mejor no despedirse por evitar lágrimas. O sí, por conseguir dos besos. A la española.

miércoles, abril 12, 2006

Montt



Puerto Montt es uno de esos lugares transitado por toda clase de gentes que viene y va. Se pueden ver indios, ejecutivos, marineros, mochileros, parejas en el malecón y a mi, con mi eterna mochila azul y mi guía regalada lonely planet, con la tarjeta de recordatorio bien firmada por la cohorte de doctoras.
Tras 12 h. de viaje en autobús con asiento espacial (si es que podía dormir toito estirao!), llego a la terminal, junto al puerto. Mi coleguita de viaje me advierte que tenga cuidado en la estación, que hay mucho mangui. Y yo, obediente donde los haya, andaba abrazao a mis pertenencias enseñando los dos caninos a la vez y con una mano en el bolsillo del pantalón sacando un dedo hacia fuera. Claro que, como esto se podía malinterpretar, será por eso que iban dejándome pasar por donde quiera que fuere, hasta llegar a la consigna, donde descansé de tantas tensiones.
Pues, no eran las 7:00 de la mañana cuando ya iba recorriendo la costa portuaria, minolta en mano y alucinando con las construcciones lugareñas. Las casas son de madera pintadas en colores fuertes pastel donde todo el mundo parece que tenga algún negocio de lo más increible.
Después de 4 horas andando para buscar una pensión recomendada por el HostelWord y que resultó estar en el quinto pino, decido traginarme una empanada de noséquecoñollevabadentro con un té que se me ha roto la bolsita (sin comentarios). Satisfecho, voy al negocio de al lao que es un ciber de 6 ordenatas con cabinas y bebidas para ver si tengo noticias de mis contactos: las españolas desaparecidas en el país, y....bingo, hay noticias de todas ellas. Me pregunto ahora por qué una de ellas ya me dice que no me agobie y ni siquiera me conoce?. He quedado esta tarde a las 16:00 h. en la Plaza de Armas; yo me calaré el sombrero tirando de pipa, con las manos en los bolsillos de la gabardina y sin sacar los dedos comosifueraunapistola, solo por aquello de no llamar la atención.
Por cierto, me hospedo en el Hostal Sur, a lo Corto Maltés, solo que aquí me han dado llave de la 206 y yo estoy en la 201, que la habitación la he pillao como individual y, junto a mi cama de un cuerpo, yace una de matrimonio (no sé si sospechar, no sé) y que la mucamita me ha dicho que a las 6:00 de la mañana la puerta de salida está cerrada, que golpee a una puerta gris que hay por allí ¡pero fuerteeee!. Pregunta internacional al foro: ¿Ustedes se mosquearían??.
Esperando sus respuestas, se pedpide

ferfito Maltés (aunque solo beba té)

martes, abril 11, 2006

La Llegada



Ya estoy en Chile. Trayecto en duerme vela e intentos de encontrar la postura adecuada. El sol nos venía siguiendo para darnos amanecida en Chile. Desde la ventanilla se veían los picos más altos de los Andes rodeados de un mar espumoso de nubes. Atravesarlas ha sido bajar a una ciudad desperezándose entre la niebla. Ahora ya tenemos sol.

El primer palo ha sido con el taxista, te siguen a todas partes en el aeropuerto preguntándote “qué necesitas”, y claro, palabras mágicas para mi, me he dejado llevar como un corderillo: 25.000 $ más propina. Exactamente esas han sido sus palabras.
Para haceros una idea, 1000 Km. En autobúscama cuesta 20.000~$.

Pero no lloremos, he conseguido billete para las 19:00, con lo cual dormiré en el bus-cama ahorrándome el hotel y también el pasaje de avión que era el último recurso que me quedaba si no encontraba bus.

Ahora ando por esta ciudad caótica de más de 6.000.000 de habitantes, haciendo una paradita en el ciber para orientarme un poco, quitar el colgante de iberia de la mochila, que parezco un guiri de los de por el Micalet, y hacerme una ruta turística por los aledaños

sábado, abril 08, 2006

El viajero

Salió dando un paso, sacó la mano con la palma hacia arriba. Hacía sol. Tras horas de vuelo, llegó al destino fijado, a partir de ahora no había planes. La tierra sin mapa era su conquista.

Los azules trajinaban tras el cristal, sobre su pelo rubio, pero no podía pensar en personas puesto que aún estaba aprendiendo que el sol no se pone para que el pueda dormir.

Se quedó con la imagen, se acercó al taburete contiguo intentando adivinar todo sobre ella. Las miradas le daban poca información al no poder leer sus ojos con detenimiento.

Ella salió del local con su equipaje y desenvoltura, con vuelo congelado al aire de su falda larga.

El la siguió con distancia, como distanciaba todas sus relaciones. Tuvieron suerte, en el hotel donde ella entró había habitación, y para él, de pié a su lado, junto al mostrador.

Fue inevitable que se fijaran, intercambiaran miradas y alguna palabra, calibraran como puede afectar lo desconocido y deseado, y concluir con esa sensación agradable que nos da un vino recién descorchado todavía sin probar.

Subieron juntos en el ascensor, con el mismo botones y distintas llaves. Habitaciones contiguas donde podían sentirse cercanos, imaginados deambulando en su territorio nuevo.

El bajó al comedor, cogió mesa, leyó la carta y eligió menú. Al cabo, llegó ella, eligió mesa junto a la suya. Cruzaron miradas, intercambiaron sonrisas y decidieron cenar juntos.

Conversaciones de viajes, proyectos y pasado. Como los tenedores, atrapaban las palabras del otro en un intento de digerir su significado quedándose con lo que les servía, entendían, gustaban.

Al terminar, compartieron ascensor, decidiendo qué llave abriría sus corazones.

Del apoyo


Andaba pensando, mientras quitaba el polvo a la casa compensando así el acumulado en el cerebro, sobre la maduración como individuos, el crecimiento como seres humanos, la autoestima y todas las variedades en cuanto a cualidades positivas.
El dilema que se me plantea es, si mi capacidad es suficiente para lograr el arraigo cualitativo, y en todo caso, con la ayuda de los demás, cómo se enraíza lo aprendido, lo sentido, para que tenga suficiente fuerza por sí mismo.
En estos menesteres andaba (y es que hay mucho polvo dentro y fuera) cuando me doy cuenta de que, a mi lado, hay una planta cayendo en cascada. Al observarla de cerca, ví que sus raíces se estaban convirtiendo en aéreas puesto que salían de la tierra sin poder enraizarse con fuerza.
Entonces lo comprendí todo. Desde fuera, en éste caso ayudando a la planta, se pueden dar las circunstancias, cosas o apoyos necesarios para que uno mismo sea capaz, a partir de la intervención, de seguir creciendo independientemente.
Cogí tres palitos uniéndolos en trípode de forma que, el tronco de geranio, pudiera apoyarse sobre ellos, y cubriendo con tierra las raíces al aire. Con esto consigo cambiar la estructura viciada, deformada, facilitando que la planta sea la que se sustente a partir de la ayuda recibida y, en su proceso, pueda seguir creciendo por sí misma.
Ahora mira al sol sin acachar la cabeza.

viernes, abril 07, 2006

La última cena

Ya sabemos, ya, Las fotos de grupo, las cenas de despedida, celebraciones, las sonrisas con postura para salir o no en la foto, sin significado para ojos extraños. Pero es mi cena, mi gente, con quien me siento querido, apoyado en cientos de batallas, de las que he aprendido, disfrutado y otras cosas. Guapísimas ellas, ellos, sembraos, yo, callao ante la grandeza del evento. Sin sentirme protagonista sabiéndome homenajeado, queriendo pasar desapercibido como anfitrión italiano. Anécdotas, cuentos y leyendas con copa, noche ya de recuerdo. Era el servicio, el mío, sanitario, entre curas sin biblia, pastillas multicolores, llamadas a gritos y risas de medio día. No eran todos, faltaban muchos, ¡tantos!, perdidos en mil trances. Historias de geriátrico para contar algún día.
Queda una foto con fondo de humo, tras ella, mucho.
Sed felices.

jueves, abril 06, 2006

Marineros


Mi Minolta digital, mochila y cuatro trapos. Guía de viaje, barba de cinco días y muchas ganas para vivir lo que surja. Ese es mi equipaje.
Alguien dijo que el viaje tiene tres momentos: cuando lo preparas, cuando lo realizas y cuando lo recuerdas.
La primera me lleva a la ilusión de pequeño, donde cualquier perspectiva era una fiesta. Ahora lo vivo igual. Tengo la casa patasarriba con cosas que quiero llevar o acabar antes de partir, leer, hacer, llamar. Y aún con todo el día libre, se acaba éste sin darme tiempo suficiente.
Imagino el Pacífico con lluvia de Otoño. Volver al frío cuando aquí estamos planchando los pantalones cortos, bueno, sacando. Y a la mochila la lana, que en Cabo de Hornos debe hacer marujillo.
Me pondré un aro si lo paso, como los antiguos marineros, en señal de mis conquistas personales, por la soltura de amarras y lastres, con los nuevos vientos.

sábado, abril 01, 2006

Un sueño

La tierra había sido invadida por un virus letal, contagioso con leve contacto entre humanos. Los elegidos se escondían en espacios cerrados, ventanas y puertas atrancadas para que no pasase ni la luz. Nosotros, el grupo, encontramos un colegio abandonado donde pudimos convivir a duras penas. Pero teníamos un problema, un demente, de gran cuerpo y fuerza, vivía con nosotros; violento sin que supiésemos el mecanismo que disparaba su agresividad. Un día bajé a los lavabos con sumo cuidado, al poco apareció tras de mi, tranquilo, conversé con él, y de repente, su estar de niño se transformó en pura ira. Me agarró del cuello sin que pudiera zafarme de sus manos, por suerte, llegó una compañera que pudo tranquilizarlo relegándole a su estado infantil. Faltó poco para no contarlo.
Otro día, estábamos todos tumbados por el gran comedor, no recuerdo bien si elegí tumbarme al lado de M., la cuestión es que coincidimos cabeza con cabeza y, no sé como, comenzamos a acariciarnos, besarnos, a disfrutar de ese momento tan temido cuerpo con cuerpo. De todo ello recuerdo, con especial memoria, la mirada de sus ojos, el deseo y la entrega, pedir más, todo, con la mirada.

La historia ocurre dentro, con las polaridades de la ira y el amor. Yo soy la violencia y la gran compasión. Los límites no están definidos, si me comunico desde la frustración, es la rabia quien avanza como un tsunami, si desde la satisfacción, el amor inunda el espacio. No necesito ningún motivo para expresarme con cualquiera de ellos.
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