Parto del viajeHace un año por estas fechas emprendí viaje al nuevo mundo, entre América y yo mismo. El motivo fue descubrir territorios interiores que conquistar en el marco de otras culturas y ambientes: la calidez latina, el silencio de los glaciares, encuentros con grupos de trabajo personal y el mar que todo lo limita y ensancha.
Pasaron, como pasa en los cuentos (vida), personas que fueron dejando su huella y mensajes, sincronías de revelación, miedos y mucha calidez humana.
Yo no sé si dejé algo a alguien, reconozco mi cierta incapacidad para dar, para darme y esas fronteras cortas que pongo en el ambiente. Lo que sí sé es que me traje un proyecto, hoy ya casi realizado en su estructura, direcciones que se pierden en el tiempo pero no en el recuerdo, caras que miraban a los ojos, palabras grabadas al aire de su otoño y cientos de imágenes almacenadas en algún lugar de la memoria.
Hoy traigo esto aquí sentado en la cocina escuchando mi programa de radio favorito porque a las 8 (20 h.) de los fines de semana me concedo una hora para estar conmigo bolígrafo y libreta en ristre, para soñar, imaginar, fantasear o simplemente darme cuenta de lo soy.
Y siento agradecimiento con ternura, que el tiempo se me queda marcado en la mirada, que al llegar a una colina y mirar hacia delante detrás queda una vasta extensión necesaria para poder llegar.
Que a golpe de segundos y rincones se nos llena la mochila de asuntos, resueltos o no, que nos hacen ser lo que somos (guiño a Aiguamel).
Y ahora, que compartir escribiendo en esta comunidad me centra, alivia y disfruto con ello que, al fin y al cabo, es de lo que se trata.