La Espera

Paseaba estos días por la llanura de la Mancha cavilando entre lo que soy y lo que me gustaría ser (tal vez aquí empezó la sutileza corpórea). Una tarde vi que el Sol se iba sin prisas tras un horizonte elevado, como quien silba al andar. Me senté a ver el rayo verde, el último, y decidí esperar su vuelta.
Tardaba mucho, el cielo se apagó de repente y de repente se encendió con cientos de puntitos blancos que debían tener frío por lo que temblaban. Una luna grande con forma de media luna salió saludando a las pequeñas luces que debían de estar en fiestas porque, de vez en cuando, tiraban cohetes borrachos por allá arriba.
Caí dormido mientras esperaba, despertándome la claridad. Rápidamente miré al horizonte para ver la llegada del Sol y saludarle, pero debía de estar jugando al escondite porque apareció detrás de mí.