La tarde

Esta tarde ha venido una amiga, con ganas de pasear. La he llevada a mis montañas, no porque sean mías sino porque yo soy de ellas.
Nos ha acariciado la tarde de sol cálido con brisa, montaña arriba de camino trazado tantas veces solo, conversación y risas ha sido la compañía entre manzanillas redondeadas, tomillo, romeros y rabos de gato. Al encuentro, han venido a saludarnos dos conejos sin susto, una culebra preciosa escalando un ribazo viejo y un pajarillo de vuelo temprano que andaba moviendo el culito mientras sus papis lo vigilaban desde el cielo.
Visita al Pino Mojote, el tercero más grande de la comunidad, ya sabéis donde está. Y a la Casoleta, mi montaña de sueños a quien tanto he regado con lágrimas cercanas y lejanas. Arriba, donde la casica de Pedro (que no es el de Heidi!!!), dos sillas de cuerda estaban preparadas para aposentar nuestras ilustres posaderas ante un paisaje digno de estampar en la retina. Y allí nos hemos quedado en silencio para contemplar la grandeza extendida alrededor. Pensaba en los proyectos de almohada y en la globalidad como seres, un instante para la reflexión.
A mitad de camino, en una casa alta, un botijo colgado de un gancho, nos ha permitido saciar, calmar la sed de la primavera tardía. Regreso con anécdotas, más risas y la cuesta favorecedora hacia abajo. Buscar la senda que soñé ésta semana con una piedra grande en mi niñez y poco más que un guijarro en este tiempo.
La vuelta a els conills, a mi casica vilipendiada. Nos hemos permitido sacar dos sillas ha poniente y gozar de la puesta de sol, por ver si veíamos el rayo verde, el último que nos deja ver el sol. Y lo hemos visto difuminado entre la montaña y las pequeñas nubes que rodeaban al astro. Un om, un momento de gratitud, para mi, por la compañía, y el regreso con toda la experiencia de las pequeñas cosas.
Alguien más quiere venir?.