Sahara Libre

El hierro ha cogido ruta de montaña, rompepiernas, que dicen. Más fuerte que ayer, Lorenzo me ha puesto rojo, y no de vergüenza (cosa rara). Camiseta abierta, maillot arremangao, gafas de sol y lomo arriba. Bonita imagen.
Sirenas verdes venían ululando para anunciar-me que una vuelta ciclista viene hacia mi cuesta cagando leches. Y mientras pasaban, me ha dado tiempo a escuchar las conversaciones entre ciclistas: que si buen ángulo para la foto, que si tu no te preocupes, sigue participando y ya llegará tu momento…..Los motoricones me daban instrucciones precisas para que yo se las transmitiera a los corredores al tomar la curva donde estaba parapetao. Todavía no me he podido quitar la cara de pasmo y el temblor de manos ante la idea de que si se la pegan o no depende de mi.
Llego al pueblo de los canales, se nota que es domingo por la ropa (esta costumbre pensé que había acabado). Tranquilidad es la palabra que lo define, piteras la planta que rompe el paisaje.
Sigo rodando, no os lo creeréis, pero vuelven las ululantes sirenas verdes con pelotón cagando leches, pero ésta vez, motoricón sólo me ha saludado. Todavía estoy sudando (junto a la cara de pasmo y el temblor de manos anterior) por si volvía a darme instrucciones precisas.
El descanso es en la fuente, junto a una curiosa pintada que me sugiere la lucha y el viaje. Ahí apoyo el hierro pa ver si se pega algo.
El campanario de mi pueblo me recuerda que ya estoy en casa. Pasa un carro tirado por mula, sorprendente, y una chiquilla juega con sus patines en mitad de la calle. Estas cosas me conectan con la niñez y la tranquilidad de aquellos días, sale una sonrisa porque hoy en casa me espera alguien.